junio 17, 2025

¡Abba, Padre!2 minutos de lectura

Ayer celebramos el Día del Padre, y qué mejor momento para recordar que tú y yo fuimos creados para vivir en una relación profunda con Dios. No fuimos diseñados para vivir a distancia, ni con miedo, ni con vergüenza.

Fuimos creados con propósito. Con identidad. Con una posición clara delante de Dios: como hijos.

“Hemos recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”
– Romanos 8:15

Los discípulos hicieron una petición que, sin saberlo, era profundamente teológica: “Señor, enséñanos a orar.”

Lo que realmente estaban pidiendo era: “Enséñanos a volver a hablar con el Padre. Enséñanos a habitar otra vez en esa relación que se rompió, pero que anhelamos.”

Oración que restaura la identidad

Y Jesús les enseñó a comenzar así:

Padre Nuestro: Habla de pertenencia.

Desde el principio, fuimos creados para pertenecer. Pertenecer a Dios. Pertenecer a su familia. El Edén fue un hogar, no solo un jardín. El hombre vivía cara a cara con Dios, sin esconderse, sin temor, sin etiquetas.  Pero el pecado vino a robarnos eso. Nos convirtió en fugitivos de nuestra propia identidad. Nos hizo sentir huéspedes donde siempre fuimos hijos.

“Padre Nuestro” no es solo una frase. Es una restauración. Es volver a casa.

Que estás en los cielos: Habla de seguridad y confianza.

Fuimos creados para caminar con la cabeza en alto. No en soberbia, sino en seguridad. Mirando hacia el cielo, porque sabíamos de dónde veníamos y a quién pertenecíamos.

Pero el pecado nos encorvó el alma. Nos hizo agachones emocionales, siempre dudando, siempre escondiéndonos, como Adán tras los árboles.
Nos enseñó a mirar al suelo en lugar de mirar al Padre.

“Que estás en los cielos” nos recuerda que nuestra fuente está arriba, que nuestro Padre reina, y que nuestro lugar sigue siendo a su lado.

Creados para estar cerca

Dios no creó al hombre para que fuera esclavo, ni para que viviera inseguro. Nos creó con dignidad, con propósito, con identidad. Nos creó para estar cerca.

Al finalizar, te recomiendo leer:  ¿Dios es suficiente?

Pero el pecado rompió esa cercanía. Y la cruz la restauró. Por eso, cuando oramos “Padre Nuestro que estás en los cielos”, no estamos repitiendo una fórmula…
Estamos haciendo memoria de nuestro diseño original. Estamos retomando nuestro lugar como hijos.

  • Eres parte de la familia
  • No estás solo ni de visita
  • Puedes caminar con la cabeza en alto
  • Tienes un Padre que es tuyo, y que está para ti

¡Hoy, camina como lo que eres¡

No vivas más cabizbajo.
No cargues vergüenza que Cristo ya pagó.
No te escondas de un Padre que ya salió a buscarte.

Eres hijo.
Eres amado.
Eres recibido.

Y ahora puedes decir, con seguridad y pertenencia:

¡Abba, Padre!

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